Desde el 1° de enero, los consumidores enfrentan un nuevo incremento en los precios de la nafta y el gasoil, como resultado de un ajuste del 1,75% en los impuestos a los combustibles líquidos y al dióxido de carbono, oficializada a través del Decreto 1134/2024, la medida se enmarca en un «proceso de sinceramiento de precios» impulsado por el Ministerio de Economía de la Nación.
Este incremento no es aislado, desde noviembre de 2023, los combustibles han acumulado subas significativas: la nafta súper aumentó un 262%, la premium un 252%, y el gasoil un 248%. Estos porcentajes evidencian un impacto profundo en el bolsillo, en un contexto en el que la inflación anual de 2024 alcanzó el 112%.
El alza no solo encarece el traslado de productos y servicios, sino que también incrementa los costos de vida de las familias, generando una presión adicional sobre el ya licuado poder adquisitivo. Mientras los aumentos se justifican en la búsqueda de «ajustar precios a los costos reales», el efecto en cadena golpea a todos los hogares y amplifica los desafíos económicos en un año marcado por fuertes ajustes y salarios que están muy lejos de acompañar los embates de la inflación real.