«Según el Indec en Misiones el 38% de los hogares son pobres, y se visibilizan crudamente con situaciones como las que atraviesan las familias del barrio Bancario, de Jardín América», alertaron desde el PAyS.
«En ese barrio vive Andrea Soledad Bernal, madre de dos hijos, en una casa precaria al lado de una olería donde trabajan un grupo de familias, todas con el mismo reclamo: desde hace muchos años necesitan que se extienda el tendido eléctrico que pasa cerca del barrio», resaltaron.
«Somos alrededor de 20 familias que no tenemos luz, hicimos el pedido por nota a la Delegación de Emsa (Energía de Misiones) hace unos años y no hay respuesta. Vivo en el barrio hace cuatro años con mi marido, mis hijos, uno de 3 años y una beba de dos meses. Tampoco tenemos agua potable que nos debe dar la Cooperativa, así que nos arreglamos con agua de un pozo», remarcó Andrea.
Recuerda que un par de veces fue al barrio personal de la empresa «a pedirnos copias de los documentos de algunas familias con la promesa de hacer el cableado; «¿pero hasta ahora no nos bajaron la luz», lamentó.
«Es muy feo vivir así, nos manejamos con velas, y para no estar incomunicados llevamos el celular a cargar en la casa de algún vecino de otro barrio. Acá hay una sola familia que tiene luz, y le presta a dos más; pero el vecino dice que es peligroso que se enganche mucha gente porque se le pueden quemar sus cosas», relató la joven.
«Cuando recorremos la provincia y vemos las condiciones en las que viven muchas de las familias, entendemos que hay un gran olvido hacia nuestro pueblo de parte de los Estados provincial y municipal: Hay déficit de viviendas dignas, sin agua potable, ni energía eléctrica, sin acceso a la educación, a la salud y deficiente alimentación, ese es el panorama general», enfatizó el diputado Martín Sereno que se reunió con las vecinas, acompañado por los militantes del Movimiento Evita en Jardín.
En esa situación vive Milagro Evelyn, otra de las mujeres del barrio Bancario que se alumbra con velas. Con un embarazo avanzado, la carencia de agua potable le genera mayor preocupación por la llegada de su primer hijo.
«Es un gran problema, la ropa la lavamos en el pozo y lo que más lamentamos es que no podemos conservar la comida, los alimentos, los remedios. A veces, cuando pienso en el nacimiento de mi bebé me asusta no tener luz que es un servicio esencial. Pedimos la conexión muchas veces, y nos dijeron que no. Para la olería donde trabaja mi marido y sus hermanos también se necesita la luz y la red de agua potable», indicó la joven.
Agua y luz prioritarios para el comedor barrial
«Andrea Delgado compró su terreno, con el permiso para bajar la luz, pero tampoco tiene una solución. Ella atiende el merendero y comedor Todo Corazón, donde brinda alimentos a los niños del barrio, y conseguir agua sana para cocinar y mantener la higiene es muy complicado», indicaron desde el PAyS.
«Este es un barrio empobrecido, y tenemos que cuidar los alimentos para que alcance para toda la gurisada. Y es un gran problema porque a veces nos donan carne y no puedo guardar lo que sobra. Vivo acá hace tres años y llevo casi dos con el merendero donde comen más de 30 chicos. Con mucho sacrificio compré el lote y la señora que me vendió, Norma Durand, me dio la autorización de la Municipalidad para que me bajen la luz y, a pesar de que reclamé varias veces, me siguen dando vueltas».
«Pero si tuviéramos luz podríamos hacer nebulizaciones por ejemplo, que son muy necesarias en el barrio, donde hay unas 20 familias con muchos chicos. Yo tengo una hija que es enfermera, que vive en otro barrio con mis nietas, y pienso que si tuviéramos luz y agua podría venir a darnos una mano ante las urgencias», señaló.
«Nos niegan derechos como si no fuéramos argentinos, misioneros, y estamos pidiendo lo justo. Yo pagué mi terreno, está firmado por el intendente y eso tiene un valor. Además sufren las madres, los chicos, los ancianos y como ciudadanos que votamos exigimos la provisión de agua y luz que son derechos humanos», reiteró Andrea.
Una canilla pública que no alcanza
Una de las vecinas con más antigüedad en el barrio es Norma Hosch, de 54 años que vive con su esposo y cuatro hijos, y se resiste a acostumbrarse a vivir «como ciudadana de segunda», subrayó.
«Solemos traer agua de una canilla pública que instalaron y no da abasto y el agua de pozo que sacamos con baldes no sirve para consumir; cuando llueve entra todo el barro, y es un riesgo para la gurisada y para las mujeres embarazadas. Mis hijas tienen bebés, y me angustia porque el agua y la luz son prioridades tanto en invierno como en verano», recalcó.
Lamentó que por ser «gente pobre no tengamos los servicios básicos. Si los gobernantes vinieran a nuestro barrio, a lo mejor entenderían nuestras necesidades de chapas para las casas, por ejemplo, porque cuando llueve es un desastre. Por nuestro barrio no suele aparecer personal de Acción Social de la Municipalidad, ni otras autoridades, sólo vienen candidatos cuando hay elecciones, pero después se olvidan de nosotros», reclamó Norma.