“Disfrutar”, esa es la palabra que más veces mencionó Lionel Messi durante la conferencia de prensa en la previa al debut de la Selección Argentina en Qatar 2022. Ya pasaron 22 días de aquella declaración del “10” que nos anticipaba su deseo de lograr gozar su último Mundial.
Muchas veces pareciera que el mundo del deporte se encuentra regido por el modelo de la voluntad. Esfuerzo tras esfuerzo, compromiso y dedicación, postergando actividades placenteras con la esperanza de cultivar un mejor rendimiento. Pero si ese esfuerzo no es acompañado por la integración de aspectos satisfactorios y significativos, se puede caer en una exacerbación de la voluntad. El problema del voluntarismo es que desgasta, cansa, agota, llevándonos al hastío.
Cuando lo que sostiene nuestra conducta es el cumplimiento de la norma autoimpuesta sin el descubrimiento de un sentido por detrás, hay un momento en el cual soltamos. ¿Cuál sería entonces el desafío? Integrar escenas que se encuentren ligadas al sacrificio con otras vinculadas al desarrollo de virtudes, con momentos de ocio y disfrute. Si logramos orientarnos hacia la búsqueda de un sentido en aquello que realizamos, podremos sostener nuestros sacrificios y darnos los momentos de disfrute que nos revitalizarán.
¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de disfrute? El disfrute no solamente se encuentra ligado al bienestar; por lo contrario, se puede vincular con el desarrollo de todos los recursos internos del deportista, poniéndolo en el centro de la escena para que pueda madurar encontrándole un sentido a su propia vida. Cuanto más puedan orientarse al descubrimiento de un sentido pleno en el deporte, más comprometidos estarán, lo que impactará favorablemente en su rendimiento.
Sobre finales del siglo XX emergió un movimiento para intentar estudiar las bases del bienestar psicológico y de la felicidad: la psicología positiva. Allí se destaca el trabajo realizado por Csikszentmihályi sobre el estado de flow. Sencillamente podríamos decir que se vincula con la gratificación que se experimenta cuando una persona se siente totalmente involucrada en aquello que está haciendo. Las conclusiones a la cuales arribó Csikszentmihályi nos pueden ayudar a entender la espontaneidad y creatividad que estamos viendo en el juego de Messi.
El flow es básicamente una experiencia autotélica, lo que implica que la actividad en sí misma debe presentar una satisfacción para la persona. Las actividades autotélicas son aquellas que no necesitan otra justificación ya que llevan la meta incorporada. El fin es realizar la acción por la acción misma, por la experiencia que aporta.
Por ende, parece ser que una de las claves es centrar la atención en la meta y el disfrute de la práctica deportiva. De alguna forma, el disfrute comienza cuando podemos correr los obstáculos, las preocupaciones y perdernos en la actividad. Ahora, ¿cómo hacemos para lograr este disfrute en un contexto tan competitivo como el deporte? Volviendo a mirar con ojos de niños, conectándonos con el principal motivo que nos llevó a realizar algún deporte: jugar.
Justamente el hermano y psicólogo David Steindl-Rast nos propone tomarnos el trabajo como un juego. “Tomar el trabajo como un juego nos suena a tomarlo a la ligera; y, sin embargo, el trabajo así encarado resulta ser el más eficiente. Tomar el trabajo como un juego significa darle al trabajo lo que es propio del juego, es decir, poner el énfasis en el sentido”.
¿No sería lógico pensar que una persona que disfruta más, que “juega”, que se encuentra en mayor contacto consigo misma, podría rendir mejor? Creo que sí. Podemos contemplar un paradigma basado en la persona, con mayor contacto con las emociones internas, donde se pueda otorgar un sentido al accionar, sin descuidar el rendimiento. Si no, preguntémosle a Messi.