Agustín Paviolo, investigador del CONICET y Coordinador del Proyecto Yaguareté (como parte de la ONG CeIBA), presentó hace unos días el resultado del Monitoreo Poblacional del Yaguareté en la selva misionera. El prestigioso biólogo cordobés, que trabaja en la provincia desde 2001, detalló las acciones que aconseja para alejar al mayor felino de América de la extinción. Aclaró que muchas de esas tareas ya se vienen realizando, pero que es necesario potenciarlas.
“Hay que mejorar la protección contra la caza furtiva. Sigue siendo el talón de Aquiles de esta región. Es una problemática que nos cuesta mucho resolver. Pienso, por ejemplo, en que se debe seguir haciendo campañas de educación y concientización. También fortalecer el Cuerpo de Guardaparques. Y algo fundamental: hacer uso de la tecnología para la protección de las áreas naturales y sus entornos”, enumeró el profesional.
Añadió que puede pensarse incluso en “detectores de disparos y de movimiento de personas en las ANP. Esto puede hacer mucho más eficiente el trabajo de los guardaparques y ahorrar recursos. Recordemos que las áreas naturales en la provincia tienen una importante extensión”.
Paviolo reiteró otra preocupación: “Se está perdiendo mucha menos selva que antes, eso es muy positivo. Pero donde se pierde son áreas muy importantes para la conectividad. Pasa en zona de rutas, 18, 15, 211, 16, 17 y la 20. Donde pasan rutas se han perdido hábitat, no manchones grandes pero sí sectores para lograr el lazo de unión entre las formaciones de bosque nativo. Hay muchas reservas y son importantes, pero hay que enfocarse atentamente en esos lugares donde estamos perdiendo conectividad”.
Mencionó que el riesgo es que “al ser lugares críticos, si nos descuidamos, nos van a quedar manchones desconectados. Por eso, esa es la otra acción importante: que las áreas no se desconecten, vía reservas o promociones de conservación de la selva”.
Finalmente, Paviolo se refirió a un dato inquietante: la escasa presencia de yaguaretés en la Reserva de la Biosfera Yabotí. “Es un área grande, pero que probablemente esté desconectado del resto del corredor de los yaguaretés. No es que no pueda llegar ninguno, pero ha dejado de ser frecuente su llegada desde el corredor central”, explicó y ratificó que apenas se pudo contar con el registro de un ejemplar en ese sector de la provincia.
“La presión de cacería en Yabotí es más fuerte que en el norte, dentro y fuera de las ANP. Medimos con cámaras trampa y se detectaron perros y muchos cazadores”, sostuvo.
El investigador consideró que la combinación entre una población aislada y la presión de los cazadores (muchos de los cuales llegan desde el territorio brasileño) es alarmante.
“Estos animales tienen una baja tasa reproductiva. Y detectamos un individuo. Es una situación complicada y es complejo que se revierta de manera natural. Hay que pensar en algún tipo de manejo, como se realiza en El Impenetrable, donde se desarrolla una experiencia entre los yaguaretés que andan en libertad y otros que están en cautiverio para lograr el repoblamiento. Son procesos que hay que planificarlos bien”, opinó Paviolo.
Y cerró: “Yabotí es un fragmento muy importante de selva misionera y si perdemos ahí al yaguereté, perdemos montón de posibilidades de conservación de la especie”.
Los resultados del monitoreo indican que, en comparación con datos previos, la población se encuentra estable, con un tamaño total estimado entre 72 y 122 yaguaretés (con una media de 93). El estudio se realiza sobre el mayor remanente de Bosque Atlántico del Alto Paraná en el mundo, integrado por la selva misionera (de Argentina) y los Parques do Iguacu y do Turvo (de Brasil).
Se trata de un relevamiento que se realiza cada dos años a través del trabajo conjunto entre el equipo de científicos de Proyecto Yaguareté de Argentina (CeIBA-UNAM-CONICET), y el equipo del Proyecto Onças do Iguaçu de Brasil (ICMBio-PNI), que cuentan desde hace más de 20 años con el apoyo de la Fundación Vida Silvestre Argentina, WWF-Brasil y otras instituciones. Representó un gran esfuerzo que abarcó más de 580.000 hectáreas de los dos países, donde se colocaron 224 estaciones de muestreo provistas con cámaras trampas.