Por: Lic. Anahí Fleck* – Especial para REPORTE MISIONES.
Es posible considerar que los cambios, producto de diferentes acciones del hombre, sobre el medio ambiental y social, se produzcan de manera positiva.
Precisamente, a esos cambios los denominamos “impactos” y resultan positivos siempre y cuando se desarrollen estudios acordes que permitan diseñar programas, planes, medidas o simples lineamientos que encausen las acciones hacia metodologías y estrategias que, por ejemplo, no contaminen, que protejan y conserven hábitats y no solo a las especies, que posibiliten la integración y el fortalecimiento de los diferentes grupos étnicos –tan diversos en nuestra provincia-, que propicien y enlacen lo público y lo privado, que innoven, que desafíen, que arrojen luz sobre los actores involucrados en dichas acciones y puedan detectarse los roles, las causas y los efectos de cada una de las acciones que involucre el desarrollo de un determinado proyecto, ya sea productivo, de infraestructura y/o de servicios.
De manera que, pareciera ser, dichos estudios deberían realizarse antes de ejecutar cualquiera de las acciones propuestas. Esto quiere decir que los proyectos y los estudios de impacto deberían gestarse y nacer juntos, de manera tal que cada paso realizado no requiera retrocesos, fuertes ajustes o anulación de los mismos.
Es sabido que retroceder en el tiempo es difícil, a menudo económicamente desfavorable, y casi siempre imposible.
Los ambientes intervenidos cambian y difícilmente vuelven a ser prístinos, los grupos sociales intercedidos se transforman y no siempre en la dirección antropológicamente deseada, sino más bien, se disgregan y con ello su cultura y sus tradiciones.
Entonces, retomando la idea de que los cambios, las acciones o los impactos se produzcan de manera positiva, se requiere de un trabajo multidisciplinar, tal como exige la Ley XVI-35 de Estudio de Impacto Ambiental, más aún, y por qué no, transdisciplinar para lograr la integración del conocimiento científico-técnico y socio-político que propone el concepto mismo de transdisciplina y que, por tratarse siempre de sistemas complejos y dinámicos, requieren un tratamiento como proceso y no estático, para que así surjan nuevas soluciones a problemas comunes que habitualmente subsisten y, bajo los ojos del que diariamente los mira, se vuelven naturales.