IDESA: el Censo muestra que la decadencia es mayor a la proyectada

Ya se publicaron los primeros resultados del Censo 2022. La población argentina es de 47,3 millones de personas. Las proyecciones que el INDEC había realizado tomando como referencia el censo anterior eran de 46,2 millones. Por lo tanto, un primer aporte significativo del Censo 2022 es que reflejó que en la Argentina viven 1,1 millones de personas más que las que se estimaban.

En economía se entiende que una sociedad se desarrolla cuando su ingreso por habitante crece. El ingreso por habitante crece por tres factores. Uno es el crecimiento de la población, entendiendo que más brazos y más cerebros producen más. El segundo es el aumento del capital (inversión), entendiendo que más brazos y cerebros con más equipos y tecnología producen más. El tercero es la eficiencia, entendiendo que más brazos, cerebros, equipos y tecnología, bien organizados, hacen que con el mismo esfuerzo se pueda producir cada vez más. Este último factor –la eficiencia– depende decisivamente de la calidad de las instituciones o reglas de juego que rigen en la sociedad.

Con la información aportada por el Censo 2022 se puede analizar qué pasó con estas variables que determinan el ingreso por habitante del país. Tomando los datos del Censo y del Ministerio de Economía, entre los años 2010 y 2022, se observa que:

Estos datos muestran que la población total y la población ocupada en el mercado laboral crecieron a una tasa mucho mayor que el modesto aumento en la producción de bienes y servicios. Que la producción crezca menos que la población ocupada indica que los otros dos factores determinantes del desarrollo –capital (inversión) y eficiencia– hicieron una contribución negativa a la producción. Se produce así una caída de la productividad, ya que la cantidad de bienes y servicios crece menos que la población. Esta es la clave para explicar la decadencia económica y la persistencia estructural de la pobreza.

En toda la década que pasó, la tasa de inversión se ubicó en el orden del 16% del PBI. Un país emergente necesita tasas de inversión de por lo menos 25% del PBI y sostenidas en el tiempo si aspira a desarrollarse. En el caso de la eficiencia fue negativa por el entorno productivo muy adverso. Entre otros aspectos están la inestabilidad macroeconómica, la distorsiva estructura tributaria y regulatoria en general y las vetustas reglas laborales regidas por convenios colectivos de hace 40 años. La conjunción de baja inversión y baja eficiencia están estrechamente asociadas al crecimiento en la última década de 3 millones de personas ocupadas de las cuales la mitad fue en el empleo público y la otra mitad en el cuentapropismo. El empleo asalariado en empresas privadas se mantuvo estancado.

La caída en la productividad es un derivado de la mala organización y funcionamiento del Estado. Si el sector público funciona mal, el sector privado necesariamente funciona mal. El mal funcionamiento del Estado es el resultado de que en las últimas décadas no hubo “grieta” en relación a la mala gestión pública. Por el contrario, prevalecieron sólidos consensos en torno a políticas equivocadas. En particular, tener un gasto público consistentemente superior a los ingresos –generando inflación, endeudamiento y crisis macroeconómicas– y en no darle la importancia que merece la calidad de la gestión pública –generando masivos derroches de recursos públicos–.

La ejecución del Censo 2022 ilustra cómo la mala gestión del sector público afecta negativamente la productividad del sector privado. Se declaró feriado y se prohibió trabajar, se exigió a la gente permanecer en sus hogares a la espera del censista (cuando el 50% de las familias ya había respondido el Censo de manera digital) y, lo peor de todo, hubo mucha gente que manifestó que el censista nunca apareció.

 

 

Fuente: IDESA (Instituto para el Desarrollo Social Argentino).

 

 

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