Bonpland: familias reclaman derechos esenciales para la ruralidad

Los Parajes Ojo de Agua y Campiñas, de Bonpland, están distantes con una diferencia de pocos kilómetros, y con problemáticas similares, según señalaron desde el frente político Tierra, Techo y Trabajo (TTT), «falta de agua potable, energía eléctrica, de caminos y de un Centro de Atención Primaria de la Salud (Caps)».

En su recorrido por el municipio, el diputado Martín Sereno (TTT), junto a los concejales electos Noelia «Tani» Piñeiro y Esteban Fruto, y la referente del Movimiento Evita local, Cristina Bóveda, se reunieron con varias familias que los convocaron, «porque históricamente reclaman derechos que carecen de respuestas del Estado».

«Entre los dos Parajes hay una distancia de 13 kilómetros y ambos suman más de 30 familias que trabajan, producen y subsisten sin estos derechos, que de modificarse les cambiaría radicalmente sus condiciones de vida, como acceso al agua, la atención en salud, luz y caminos transitables. Es decir viven olvidados de las decisiones políticas positivas de los gobernantes. Sólo dependen del agua que les acerca el camión municipal dos veces a la semana; pero es insuficiente. Estamos realizando gestiones y presentamos iniciativas legislativas para que puedan acceder a estos derechos que sin dudas les permitirá un mejor vivir», manifestó Sereno.

En el Paraje Ojo de Agua, con unas 20 familias, «exigen la refacción del Caps, personal médico e insumos para atención de su salud». Por lo que Piñeiro y Fruto sostienen que el problema del agua «no es difícil de solucionar porque existe un pozo perforado, y habría que evaluar si se puede extender la red que está a unos 400 metros. Se trata de feriantes que se dedican a la fabricación de carbón, otros trabajan en relación de dependencia para algún agricultor a gran escala de la zona, y tienen que trasladar el agua de vertientes o arroyos a varios kilómetros de distancia, y la utilizan para cultivos y sus animales».

«La otra carencia es que algunos vecinos no disponen de suministro eléctrico, a pesar de que están arraigados en sus lotes desde hace muchos años e hicieron varios pedidos formales a las autoridades», señalaron.

Tendido eléctrico y transformador principal

Estela Canteros, destacó que su reclamo fundamental es la falta de energía eléctrica en los dos años que viven en el lugar con su esposo y sus hijos; confían que en poco tiempo llegará -como les prometieron- el tendido eléctrico rural y un transformador principal.

«Aunque eso sólo alcanzaría para pocos vecinos; pero ya es algo. Por eso estamos limpiando el camino por donde pasaría la línea, y haciendo los pozos perforados, algo que cuesta un montón porque acá hay muchas piedras tosca», indicó.

Estela recordó que antes vivían en Posadas, pero cerró la empresa donde trabajaba su esposo, y con la indemnización compraron la chacra por la tranquilidad que implica; pero después se encontraron con los inconvenientes de vivir sin luz.

«Se nos complica todo, yo tengo mi freezer en la casa de un vecino que vive a 2500 metros, y recurrimos a el para guardar la carne y lácteos, por ejemplo. Plantamos verduras y criamos gallinas y siempre hay algo para comer; pero sin luz todo el resto no aguanta y a veces terminamos perdiendo todo. También necesitamos la energía para tener un sistema de riego que es muy importante para producir alimentos».

La mujer pide que se resuelva, no sólo para su familia, sino para todas las que apuestan a residir en las chacras con la esperanza de una vida mejor.

Sin agua, luz ni un centro de salud que las contenga

Otra de las vecinas, Celeste Krazuski, sostiene que pidió ayuda al intendente de Bonpland, Juan Carlos Bueno, «pero me recomendó que para bajar la luz haga el cambio de domicilio, porque antes vivíamos en Santa Ana; hice eso y todo quedó en la nada. Con mi marido producimos verduras, fabricamos carbón y leña, lo que se pueda; la situación está difícil pero la remamos, aunque acá es como vivir en las cavernas, y es injusto. Nos manejamos usando kerosene, es horrible. Además no hay médico en la picada, nos sentimos abandonados. Yo invitaría a las autoridades a pasar unos días en la colonia sin agua, sin luz y se van a dar cuenta lo que sufrimos», lamentó.

Elías Da Silva indicó que desde que llegó al Paraje tiene problemas de luz. «Para subsistir traje un cable de luz desde la casa de mi madre y fue todo a pulmón, cansado de presentar notas al intendente y no conseguir nada. También tenemos problemas de agua porque la bomba no tiene capacidad ni el impulso suficiente, dijeron que iban a venir a solucionarlo, y ojalá cumplan porque necesitamos vivir mejor».

Da Silva afirmó que para entender sus problemas los gobernantes deberían caminar las chacras, las picadas como «la nuestra que está en el monte. No queremos nada gratis, porque somos familias trabajadoras; pero necesitamos una mano», señaló, acompañado por muchas otras familias que tienen las mismas necesidades por los derechos que les niega el Estado.

Es necesario subir la torre y extender los caños

El Paraje Campiña cuenta con pozo perforado, una torre, un tanque y la red de distribución de agua potable; sólo es necesario elevar unos 500 metros la altura de la torre para que accedan todas familias agricultoras ubicadas a pocos kilómetros de la zona urbana.

«En este paraje desde hace 10 años, y a escasos metros, hay un pozo perforado con tanque y red de agua ejecutado por el Plan Nacional ProPasa, cuyo objetivo es brindar a todos los Municipios del país, asistencia técnica y financiera para la provisión de servicios de agua potable y desagües cloacales para comunidades rurales. Estaba todo listo pero la impericia de los responsables generó esta falencia que afecta a más de ocho familias, algunas de ellas con hijos discapacitados; pero ni siquiera esos casos especiales logran sensibilizar a las autoridades locales. Los escuchamos y nos comprometimos a hacer las gestiones necesarias para resolver esta injusticia que se traduce en falta de derechos esenciales», expresó el diputado de Tierra, Techo y Trabajo.

Diego Bermúdez nació y creció en la colonia, y señaló que «hace un tiempo conectamos nuestra manguera a la red de agua, pero no bastaba por la poca presión. Hablamos para que nos ayuden a solucionar el problema, pero pasan los años y eso no ocurre. Me preocupa mucho porque tengo tres hermanos discapacitados, y para ellos el agua es esencial. Les pido a las autoridades que se humanicen y trabajen para que tengamos agua. Lo más costoso ya está hecho, y creo que si levantan la torre de agua unos metros más, y se extienden 200 metros de caño estaría solucionado, sólo falta la decisión política».

Graciela Ojeda y Rubén Bermúdez son padres de nueve hijos, tres de ellos con discapacidades, y refieren que «vivimos a la misma altura de la torre y el agua no tiene caída. Son muchos años de padecer el problema, y las autoridades del Municipio saben de este problema, nos conocen, tienen los datos de nuestros hijos. A veces nos dan ganas de irnos; pero también pensamos si no será peor para los chicos, sobre todo para el que tiene retraso madurativo, porque éste es su ambiente. Hacemos todo para que ellos tengan sus alimentos y el agua que consumen, y creemos que si vamos a la ciudad puede ser peligroso para ellos. Seguimos confiando en que llegue la respuesta, ojalá se pongan en nuestro lugar y vean cuánto sufrimos con esta situación».