Se trata de María Cristina Vera (41), de Colonia Polana, que nació con una anomalía congénita denominada “pie bot” que afecta a los músculos y huesos de los pies. Y por una complicación, debieron amputarle el pie izquierdo. Con la producción y venta de hortalizas y tomates, y la cría de ganado, es el sostén de la familia. “Vivimos de eso, y gracias a eso mis cuatro hijas estudian.
Desde que nos levantamos, voy al invernadero, donde estoy la mayor parte del día. Por la mañana las chicas estudian y mi marido hace changas. Por la tarde me ayudan con el riego, abono, y con los animales”, contó al equipo de IPLyC Social que se encargó de acercarle el premio.
Dijo que cuando tienen pedidos, acomodan las verduras en cajas y las llevan en motocicleta hasta Jardín América, que dista a más de diez kilómetros. Pero también están los que ya la conocen y “vienen a comprar acá”.
A pesar de su historia, María Cristina se muestra optimista, y tiene para sus pares, solo palabras de aliento e ideas superadoras. Nació con “pie bot” (en lugar de orientarse hacia delante y tener la forma típica de un pie normal, se orienta hacia abajo y gira hacia dentro). La operaron a los siete años, y “como no me dieron los cuidados necesarios, contraje tétanos, entonces me tuvieron que amputar. Tengo cirugías en ambos pies y en la mano. A partir de ese momento empezó mi lucha con la discapacidad”, señaló. Tras un largo proceso de curación en el Hospital Madariaga, y a modo de adaptación comenzó a caminar dentro de un cartón de leche, con algodones. “Cuando volví con mis padres, lo hice con un recipiente de lavandina. La escuela primaria comencé a los 11 y terminé a los 17, siempre con el plástico de lavandina. De esa manera hacía deportes, era arquera, participaba de todas las actividades, me gustaba hacer de bailarina, participar de las comedias, pero como no aguantaba todo el proceso, la maestra no me permitía”, recordó, para quien su mayor sueño es “ver a mis hijas siendo profesionales”
Sobre el trato que recibía por su discapacidad, confió que todo dependía con quién se relacionaba. “Hay gente que te tiene lástima, hay otra que con la mirada te dice todo, hay gente que te apoya, te ayuda, y está el que mira y pasa. Hay de todo en este mundo. Y las personas con discapacidad somos las primeras en captar esas cosas, esas diferencias, el afecto, amor o cariño. Y se nota, se siente cuando la persona se te acerca. Muchas veces lo percaté”, manifestó la mujer, que agradeció al IPLyC SE por el premio, “que es una ayuda muy importante y valiosa para nosotros”.
Parecía un sueño, pero es real
“Lo voy a invertir para saldar algunas deudas y comprar una bomba de agua para poder seguir trabajando y explotando el invernadero. Porque esa es mi fuente laboral. Para mí todo esto es gracias a Dios, porque él no te da cosas que no te mereces”, dijo, al tiempo que alentó a las personas con discapacidad a “que tengan fe, que confíen en el IPLyC SE, que esto sí es verdad lo que estoy viviendo en estos momentos, aunque parecía un sueño, pero es real. Cuando mi hija me contó sobre el premio dijo mamá, cuidado que no sea una estafa, no brindes tus datos, le contesté hija, si es del IPLyC SE, es algo serio. Entonces, les digo que tengan fe, que las personas con discapacidad no se sientan menos ante la sociedad. Somos parte de ella, nosotros tenemos que aprender a convivir con las personas y ellas tienen que aprender a convivir con nosotros. Esa es la igualdad de derechos”.
Para Vera, “la igualdad social sería el trato perfecto, que no nos excluyan del trabajo, que tengamos los mismos derechos a trabajar o a estudiar. Siempre quise ser diseñadora y me decían no vas a llegar a eso si fíjate tu pie. También quería ser maestra”.
Entiende que después de ese premio, muchas puertas se pueden abrir. “Cuesta aprender a lidiar con la discapacidad. Y cuando ven que una persona demuestra que sí se puede, muchísimas personas se volverán a animar. Mi mensaje es no bajar los brazos, que sigan adelante porque hay oportunidades más allá que haya puertas que se abran y que se cierren. Hoy se puede cerrar una, pero mañana se puede abrir dos o tres, y esa es la cruda realidad. Hay que tener fuerzas y no bajar los brazos”.
Para esta emprendedora, “no es humillante estar así. Humillante es quien te ignora, no la persona que es discapacitada. Hay que levantar la mirada y seguir adelante, porque lo que vale es tener la frente bien en alto”.
En el invernadero se siente feliz. “Es la mejor manera de ayudar a una persona con discapacidad, dejar que haga lo que le gusta. Siempre opté por producir. Es lo que me gusta, me nace. Intenté muchas cosas, si veo que puedo, sigo adelante, si veo que no, vuelvo. Siempre fui independiente. Me mantuve sola, me manejé sola”, confió Vera, integrante de una familia de 18 hermanos. “Soy trilliza pero mis hermanas fallecieron por problemas similares al mío. Mi tercer hija también tiene malformación congénita de pie bot. Ya se operó los pies, y ahora debe hacer un tratamiento en las manos. Después de la cirugía, creció y comenzó a caminar mejor”, aseguró, quien se siente orgullosa “con lo que soy y lo que logré” y manifiesta “muchísima fe en Dios”.